Ni Miami ni Naples: las playas desconocidas que ahora eligen los argentinos en la Florida - LA NACION

2022-08-20 02:51:28 By : Ms. Candy lee

Sobre la costa del golfo de México, a tres horas al noroeste de Miami, se desprenden del continente islas de aire playero y con poco show off, con construcciones generalmente bajas, donde cada atardecer se vive casi como una celebración. Estos cayos de la Florida son menos famosos que la cadena de islas que sale al sur de Miami y llega hasta Key West, pero tienen playas más blancas y extensas, atardeceres más solitarios y pacíficos. Son los cayos del golfo.

Si bien han sido siempre las elegidas por americanos y canadienes, cada vez más argentinos buscan recluirse en una playa sobre el Golfo de México, para hacer base unos días. La principal ventaja es que, al ser islas relativamente pequeñas, los hospedajes están sobre el mar o a pocas cuadras, pero con cruzar un puente se accede a la infraestructura de cualquier ciudad como tiendas o shoppings, fast foods, e hipermercados.

Cuáles son las playas que eligen los argentinos, y en qué se distingue cada una.

El recorrido podría empezar desde el sur por estas dos islas, ubicadas a minutos de la ciudad de Fort Myers. Sanibel es la más grande y cuenta con conchas marinas de fama mundial. A toda hora se ve a la gente agachándose en la arena buscando el souvenir para llevarse. Cuenta con más de 20 kilómetros de bicisenda, abundante vegetación y excelentes restaurantes donde la estrella son los mariscos.

En el extremo sur está el faro color óxido que corona la playa pública. Tiene su centro colorido con tiendas y restaurantes, un supermercado bien equipado, y alrededor de 40 hoteles.

La ruta que une ambas islas se llama Sanibel-Captiva Road, o San-Cap en la jerga local. El acceso vehicular se construyó en 1963, y desde entonces los nativos se propusieron que el desarrollo no cambiara el encanto del lugar. Por eso, más de las dos terceras partes conserva su estado natural, con vegetación agreste y manglares. Además, ninguna construcción puede superar la altura de la palmera más alta.

La isla de Captiva es su hermana menor. El encanto está en su minúsculo centro de colores caribeños, su paisaje agreste, clima descontracturado, amabilidad de su gente, buena cocina (los restaurantes cierran temprano), y los atardeceres sobre el mar.

Lo más fácil es moverse a pie, aunque se pueden alquilar bicicletas o carritos de golf para recorrer este pedazo de tierra de 3 km cuadrados.

La vida aquí transcurre sin prisa. Con sólo 275 habitantes, los locales se conocen entre todos. Se encuentran en el correo (nadie recibe correspondencia en su casa), o en The Island Store, el mercadito donde comprar desde leche hasta licor, pan o pescado fresco. La calle comercial que atraviesa este cayo, Andy Rosse Lane, reúne un puñado de restaurantes y une ambas costas de la isla en apenas 480 metros. Hay solo un puñado de hoteles, sumado a un enorme complejo en la punta sur de la isla, llamado South Seas Island Resort, que ofrece departamentos de lujo para vacacionar, y variedad de instalaciones con piletas, deportes acuáticos y golf.

Juntas Sanibel y Captiva suman 26 kilómetros de playa, 250 tipos de conchas, 230 tipos de pájaros, y ningún semáforo.

Unas dos horas en auto siguiendo hacia el norte, otra de las islas más elegidas está en la ciudad de Sarasota y se llama Siesta Key. En 2020 TripAdvisor la escogió como la playa número 1 de los Estados Unidos. La arena fina de cristal de cuarzo chilla al caminar y se inmiscuye entre los dedos de los pies. Hay artistas que juegan incluso haciendo esculturas con la arena.

Las olas son suaves y las playas anchas, anchísimas. A medida que nos alejamos del agua está el pasto con pérgolas, mesas y parrillas. Tiene mucho estacionamiento público, puestos de comida, un tranvía gratuito para moverse por la isla y el centrito Siesta Key Village tiene todo para pasarla bien sin salir del cayo.

Los domingos por la noche, alrededor del atardecer, los lugareños se reúnen en un círculo con tambores y cintas en un evento denominado Drum Circle, una especie de show espontáneo y gratuito donde niños y mayores bailan al compas del ritmo.

Las otras dos playas de este cayo están al sur y son menos concurridas: Crescent (el extremo sur de Crescent Beach es Point of Rocks, que alberga formaciones de coral y una hermosa vida marina, un gran lugar para bucear) y Turtle (de arena más gruesa y amarronada, que permite acampar y estacionar casas rodantes).

A diferencia de islas vecinas más tranquilas, este destino de playa también es un popular lugar de reunión después del anochecer. Un obligado es pasar por Siesta Key Oyster Bar, o “SKOB”, como dicen los lugareños. Billetes de dólar con garabatos o inscripciones desde “¡nos encanta SKOB!” a “Brian y Casey, recién comprometidos” empapelan casi cada centímetro de las paredes y techo de este restaurante y bar con música en vivo.

SKOB tiene tantos billetes engrampados en paredes y techos que en 2019 se descolgaron 14.000 dólares que fueron donados para víctimas del huracán Dorian, que impactó en Las Bahamas. La tradición se originó por un viejo cuento de pescadores. Se dice que venían a su pub local, colgaban un dólar y cuando se iban al mar, si no ganaban dinero, volvían y tenían un dólar si querían comprar una cerveza.

Hay gran variedad de hoteles a precios accesibles (desde US$ 140 la noche) y a pasos del mar. También opciones de apart hoteles y airbnb. En Sarasota, unos minutos mar adentro, la ciudad ofrece toda la oferta de compras y hotelería como otras ciudades importantes del estado de Florida.

Menos conocido que su vecina Siesta Key y a pocos minutos de auto, Lido Key se desprende del centro de Sarasota a través del John Ringling Causeway, un puente de menos de 3 km de largo que atraviesa primero Bird Key, una isla de casas con vista a la bahía. Además de sus playas de arena blanca, Lido tiene su peculiar centrito a pasos del mar. “Al principio solíamos venir a Siesta Key pero ahora elegimos Lido, porque el agua y la arena son igual de hermosas, pero con la mitad de gente”, cuenta Adriana, una argentina que después de vacacionar dos veces en Miami, eligió visitar las playas de la costa oeste para conocer algo distinto y se enamoró. Lido es una joya, ya no tan escondida: en los últimos años ha venido convocando cada vez más visitantes. Ofrece un ambiente familiar, y si la idea es buscar una playa solitaria, el destino es North Lido Beach. Se trata de un parque en la punta de la isla, con arena blanca y un sendero en el bosque, que la convierte en una excelente opción para excursionistas, observadores de aves y amantes de la naturaleza.

El centrito de Lido Key es para recorrer a pie, como un centro comercial circular al aire libre con cinco calles que convergen en su núcleo. Ofrece restaurantes, tiendas de ropa elegante, galerías de arte, cafeterías y heladerías, pero también invita simplemente a caminar y observar la gente a cualquier hora. Es común encontrar músicos en la vereda circular mientras en el centro hay vegetación exuberante y bancos para sentarse y admirar el entorno. La isla tiene mucha vida náutica y gran cantidad de marinas.

El ancho de la isla es de apenas 800 metros en la parte comercial. Hay hospedajes que arrancan en los US$ 170 la noche más impuestos. Para llenar el estómago, en Venezia Italian Restaurant encontrará a sus dueños argentinos con deliciosos platos y mesitas en la calle en el punto más céntrico de la isla.

Siguiendo con el auto por la cadena de islas que custodia el continente, 35 minutos más al norte está Anna Maria, una pequeña ciudad residencial que se asienta en la isla homónima, a una hora de Tampa. Es el extremo norte del cayo, de manera que tiene mar en tres de sus cuatro bordes. Las estrictas regulaciones rigen el tipo de edificios y negocios permitidos en Anna Maria Island, lo que le da un aire antiguo. En este pueblito de pescadores se siente el espíritu de la vieja Florida, y todos quieren que así permanezca.

Casas bajas, en madera y colores claros, y pequeñas posadas y moteles, aportan las pinceladas para un pueblo tranquilo y quedado en el tiempo. La ostentación quedó para otra isla, incluso las casas que besan la arena y miran al mar verde agua son austeras. Algunas se alquilan para vacacionar con precios más económicos que en ciudades vecinas.

El muelle de la ciudad de Anna Maria es un sitio histórico y visita obligada para todo turista. Se construyó en 1911 para dejar a los “excursionistas de un día” que llegaban en un barco de vapor desde San Petersburgo y el continente. Grupos de visitantes se bajaban en el muelle y luego paseaban por Pine Avenue, la calle principal que corta la isla de este a oeste. Ahora, el muelle de la ciudad se erige como un recordatorio del pasado. Es bien extenso y en la punta tiene un restaurante, City Pier Grill and Bait, donde picar algo sobre el agua. Sin embargo no es el único muelle.

Para un pueblo tan pequeño, el hecho de que haya dos muelles de pesca es encantador. Rod and Reel, a solo unos cientos de metros de distancia, es un atracadero más corto que también alberga en la punta un restaurante informal con mesas adentro o sobre un deck al aire libre. Rodeado de las aguas del golfo, la experiencia trata de hacer viajar al comensal a la “Old Florida”. Es rústico, vintage y se pueden comer entradas por US$10 como tarta de cangrejo, o platos principales desde US$ 20.

Ambos muelles ofrecen excelentes puntos de vista hacia la bahía. Los delfines y manatíes abundan en el canal intracostero y otras aguas que rodean la isla.

Por ser un pequeño pueblo, el auto no es necesario. Hay carriles para bicicletas en todas partes, y los carritos de golf están permitidos en cualquier calle de la isla, ya que el límite de velocidad en todas partes es inferior a 35 millas por hora. Hay también un colectivo-tranvía gratuito que circula por la isla.

Sin embargo cruzando el puente que conecta Anna María Island con el continente está la ciudad de Bradenton, con 55.000 habitantes y todas las cadenas de hoteles, supermercados y tiendas que ofrece cualquier ciudad importante del estado.

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